Un joven
cristiano que hace poco había sido bautizado, siempre era el primero en llegar
a la iglesia y participaba de todos los servicios. Él es el único converso en
su casa; su padre es muy incrédulo, su madre a pesar de que es una señora
amable y cariñosa no profesaba ninguna religión. Sus hermanos son muy volátiles
y solo viven el momento. El joven siempre los invitaba a la iglesia, pero ellos
no tenían el tiempo para eso.
Un día el joven estaba en la iglesia escuchando un sermón de un predicador que había venido desde otro distrito. Este predicador estaba pronunciando un sermón acerca de Adán y Eva en el jardín del edén. Hablaba pues detalladamente sobre toda la vegetación, las plantas y los árboles que estaban en el jardín. Menciono también el árbol del conocimiento del bien y del mal que estaba en el medio del huerto al igual que el árbol de la vida. (Génesis 2:9) Al joven cristiano le llamo mucho la atención cuando escucho hablar del “árbol de la vida” -¿Cómo sería esto? Se preguntaba él, ¿qué uno coma de un fruto y viva para siempre? Al igual que serviría para sanidad de las naciones (Génesis 3:22) (Apocalipsis 22:2)
Después del
servicio el joven se fue muy contento a su hogar y lleno de esperanza.
Meditando en su habitación se puso a pensar como sería ese fruto y que se
sentiría al comer de él.
Ramón
Francisco Martínez
0 comentarios:
Publicar un comentario