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Devoción Matutina para Adultos | La oración como hábito


Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Marcos 1:35.

¿Haces de la oración un hábito? “La vida nunca se vuelve un hábito para mí. Siempre es una maravilla”,
dijo alguna vez la escritora neozelandesa Katherine Mansfield. Hay mucha verdad en esta declaración: la vida no puede encerrarse en un hábito.
Aunque los buenos hábitos puedan simplificarnos la existencia y ayudarnos a tener salud, y aun a desarrollar un buen carácter, no podemos permitir que un hábito, por bueno que sea, apague la llama de la vida. Cuando el hábito se convierte en un mortífero proceso de hacer lo mismo, de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación y al final por inercia o cobardía, entonces la vida se apaga. El hábito convierte la vereda en un camino trillado. Nuestro espíritu debe combatir incesantemente ese fatal acostumbramiento si quiere continuar vivo. Una vez que la respuesta a una pregunta se convierte en un hábito, ya no se aprende.
Sin embargo, un buen hábito es saludable. Somos en el presente lo que hicimos diariamente en el pasado con nuestros buenos o malos hábitos. Construimos o destruimos nuestro cuerpo. Más aún, construimos o destruimos nuestro carácter. La vida nos demanda sabiduría para saber qué partes de nuestro ser pueden regirse por el hábito y qué partes no deben ser habituales, para seguir aprendiendo y eligiendo.
Nuestro Salvador cultivó el hábito de buscar a Dios cada día. Luego de un día fatigoso, “al anochecer o por la mañana temprano, se dirigía al santuario de las montañas, para estar en comunión con su Padre” ([DTG 225).
La búsqueda de Jesús por el equilibrio entre la actividad y el descanso convirtió su necesidad en un hábito bueno, y ese hábito lo llevó a desear encontrarse con Dios cada día. Tanto fue su deseo de Dios que aquel hábito se convirtió en una necesidad. Pero sus oraciones no fueron habituales ni ritualistas, ni vanas repeticiones. Sus oraciones tenían la frescura de la mañana, la luz de lo nuevo, del estreno.
Tu deseo de orar es una oración en sí misma. ¡Bendito suspiro del alma, que te refresca! Cada amanecer te da la oportunidad de buscar a Dios, para que crezca en ti el deseo por él.

Oración: Señor, mi alma suspira por tu amor.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2018
LAS ORACIONES MÁS PODEROSAS DE LA BIBLIA
Ricardo Bentancur
Lecturas devocionales para Adultos 2018


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